viernes, 5 de febrero de 2010

Náufrago

Una vez fui un náufrago. Un náufrago perdido en medio de la nada. Pasé muchos años así, mirando ese vacío –un cielo azul, repleto de espacio y de silencio, que parecía haber sido creado sólo para que lo sintieran los demás-. Durante el día no comprendía nada, pero cuando, por fin, conseguía alcanzar la noche, ya todo iba mejor –reconocía un sentido y un orden en ese magnífico universo. El cielo era negro y era estrellado. Oscuridad y luz. La Vía Láctea marcaba un camino en mi mente que podía seguir sin ninguna dificultad. Leía en las estrellas y en el aire igual que tú lees en tus libros. Allí encontraba mi lugar y cada noche hallaba mil respuestas-. No sé quién me enseñó a hacer eso, ni sé porqué lo hacía…
…Paré en mitad de la pared y pegué la frente al hielo. Jadeaba, estaba extenuado. Era muy tarde y el aire había cesado de repente. Sólo se oía el sonido de mi respiración. Sentí que el infinito se me había metido dentro. La atmósfera y el aire helado de la noche, el cielo, las estrellas, el frío de la nieve y toda esa soledad… Cuando cesó el fragor de los latidos en mis sienes miré hacia arriba. Por encima de mí, a unos cuarenta metros de distancia, sobresalía una cornisa de nieve. Imposible seguir. Bajo mis pies, una pared de hielo, descendía directa hacia el abismo. Abajo, oscuridad. Imposible bajar. La cuerda colgaba entre mis pies y se perdía sesenta metros más abajo. Al otro extremo ya no quedaba nadie…
Una vez fui un náufrago. Un náufrago del hielo y las estrellas. Pasé muchos años así, perdido en medio de la nada. Leía en las estrellas y en el aire buscando una respuesta…

No hay comentarios: