domingo, 7 de febrero de 2010

Primera fila

Eran las cuatro de la tarde y la atmósfera se dilataba cargada de monotonía. Estábamos sentados en la primera fila. Llevabas un baby gris con finas rayas blancas. Yo no recuerdo porqué me había sentado allí, pero probablemente me habrían castigado. Nunca he sido propenso a sentarme en los primeros bancos de la clase. Recuerdo a ese profesor: era un tipo delgado y alto, ni joven, ni mayor, y tenía el pelo rizado. En ese momento dormitaba con los pies apoyados en la mesa.
Tú hacías unas cuentas, te movías inquieta, mirabas a un lado y a otro, y luego… De pronto sucedió: se oyó una risita. Era el chico que tenías al lado, luego se oyeron más. Te pusiste a llorar. Miré al suelo y vi que te habías hecho pis. El profesor se despertó. Ese hombre tenía un despertar muy malo. Se levantó y vino hasta ti. Cuando vio lo que había sucedido te arrastró y te puso de pie en medio de la clase. Estabas empapada. Algunos chicos al fondo se reían, pero la mayoría tenían demasiado miedo hasta para reír. El hombre te dijo muchas cosas, todas terribles, y tú llorabas. Recuerdo que tenías los ojos grandes, oscuros, y la piel muy morena. No sé porqué pero entonces yo dije: “¡gilipollas! Estaba en la primera fila y se oyó claramente. El hombre me miró como si no pudiera creer lo que había oído. Yo me quería morir. Se hizo un silencio sepulcral y el tiempo se paró en a1quel instante.
Vino hacia mí y me dio una bofetada. Vi un fogonazo azul dentro de mi cabeza y casi me caigo entre las mesas. Luego ese dolor frío y el pitido en la oreja. Nunca me habían dado un golpe así. El profesor aquel me cogió del cogote y me arrastró a empujones fuera de clase. Tenía el pelo rizado. Nunca te volví a ver pero recuerdo que en ese curso me dieron muchos palos.

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