miércoles, 10 de febrero de 2010

Seguridad Social

Aunque el hospital permanecía abierto, allí no había médicos ni enfermeras. Todos se habían ido, y sin embargo, la gente seguía llegando en oleadas. Bajaban por la avenida, cruzaban la carretera y luego se dirigían hacia la puerta principal. Eso sucedía todos los días. La mayoría era gente mayor, aunque también se veían algunas personas jóvenes (amas de casa, profesores, personas que trabajaban en oficinas…) Todos ellos entraban por el vestíbulo, daban algunas vueltas, recorrían los pasillos y esperaban, con la mirada perdida y unos papeles blancos en la mano, ante las puertas cerradas de las consultas. Hacía ya más de seis meses que todo el entramado de la asistencia social se había colapsado y no se iba a recuperar, pero esa gente seguía haciendo lo único que había hecho durante toda su vida: ir al médico. No sabían hacer nada más.
De vez en cuando se oía a alguien protestar porque le parecía que la espera se prolongaba. Otros hablaban de sus cosas y así pasaban el tiempo. Así día tras día.

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