viernes, 19 de febrero de 2010

¿Qué hacer?

Trescientos mil días después de aquello me senté al borde del camino y me puse a pensar. Todo lo que había escrito hasta entonces no había servido para nada. No era nada. No significaba nada. ¿Qué hacer?.. Respiré hondo. Unos metros más adelante, sobre la copa de un árbol, cantaba el pájaro azul. Una ligera brisa arrastraba las nubes que se enredaban entre mis pies dejando jirones de humedad mezclados con deseos. En ese instante supe que la vida iba en dirección contraria; en algún punto de mi camino se había arrepentido de seguirme y ahora se dirigía hacia otra parte, quizás a un lugar más cálido, lejos de toda esta soledad y de este frío. Después de tanto tiempo podía oír aún el latido de tu pequeño corazón aunque casi no recordaba tu sonrisa, ni guardaba entre mis objetos personales el brillo de tus ojos en verano.
Sí, creo que aún puedo recordarte, pero tú duermes. Puedo sentirlo en mi interior. Y duermes en tu cielo, y duermes sin pensar en mí, tan lejos, tan distante… Se ha intercalado entre nosotros un mar inmenso y negro, lleno de tempestades. Trescientos mil días después de aquello recuerdo que me senté de nuevo al borde del camino, y las horas permanecían quietas, como si me estuvieran esperando, y eran igual de transparentes que aquella temporada que estuvimos juntos. Las horas aguardaban sentadas a mi lado y yo, mientras permanecía allí, sentí que aún podía quedar un rastro de esperanza pero la realidad arrasaba con todo: yo ya no era el de entonces, ni tú tampoco.
Aún te quiero –le digo a la nada-, pero tú ya no existes. Y mientras digo esto se rompe algo definitivamente y el pájaro azul levanta el vuelo. Nunca estuvo la soledad tan cerca. Puedo ver con toda claridad el círculo pequeño de sus ojos. Nunca he visto nada más negro, ni más impenetrable, que esos ojos de pájaro pequeño. Sacudo la cabeza, respiro hondo, intento despejar las lágrimas, y luego me levanto y empiezo a caminar. La vida es dura y larga, pero yo sigo caminando. Un día y otro día, y ya no sé porqué. No quiero perder más tiempo aquí. Busco con la mirada un horizonte, me da lo mismo cual, pero en este lugar no queda nada. Y sigo caminando, un día y otro día y ya no puedo recordar como he llegado aquí ni porque sigo.

No hay comentarios: