jueves, 17 de septiembre de 2009

Contar la vida

Más de quinientos relatos y todavía no veo el final del camino. Tal vez el espacio no sea infinito y se sequen un día esas enredaderas que palpitan ahora, encendidas, con este color rojo del otoño, y cubran las paredes de mi casa sin tiempo. Pero aún ahora, en este mismo instante, cuando ya casi terminó el verano, con su viento cálido absorbido por la tierra, y el viento cargado de silencio de la noche me llena de recuerdos y de frío, permanezco a la espera del misterio que llama a las palabras. Las palabras… Gestos para la tierra de un universo mío; un mundo sin vegetación, reseco de felicidad, cubierto de amargura. Contrastes sin principio ni fin, eternos, permanentes, contrastes de la naturaleza humana y espacio secreto de las cosas. Tal vez seas feliz o tal vez no, o en tu desesperanza, tal vez me llames alguna madrugada y me pidas que vaya, diciendo la palabra mágica que funcionaba siempre en el pasado. Todo eso da lo mismo: más de quinientos relatos y no se ve el final. Cada palabra arrastra otra que la transforma y la convierte en frase, cada frase una historia, cada historia una nueva decepción, y cada decepción, es sólo un caer y levantarse, el comienzo de la lucha de un día por contar, sólo el instante extraño, la magia de la resurrección del hombre ante el fracaso, pero para contar debe querer contar la vida, y la vida no es mas un gran vacío que uno debe llenar de historias.

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