lunes, 28 de septiembre de 2009

Después de todo aquello

Después de todo aquello atravesé la ciudad por el punto donde el sol se ponía más despacio y me puse a observar cuatro lunas que se habían quedado rezagadas bebiendo en la orilla del río. Justo detrás de ellas, la noche parecía desplazarse a través del firmamento como un barco lento. Al rato, el cielo se cubrió de nubes que avanzaban hacia mí; una tenía la forma de un corazón roto y otra la de un rostro que no podía sonreír. Sentía el aire sólido y apenas podía caminar debido al peso de toda esa masa de espacio que había sobre mí, así que decidí sentarme a oír los pájaros. La brisa movía las hojas de los árboles que parecían rezar. Dos leones de piedra permanecían sentados, estáticos, uno a cada lado del puente, aguardando a que sucediera algo. Era uno de esos momentos en los que mi mente se quedaba de pronto vacía y sentía en mi alma el vértigo de la eternidad. Respiré hondo y me sumergí en el murmullo del mundo. Oí el ruido del agua, que seguía su camino, y el agua me habló de las cosas profundas que nunca tienen fin. Aquella noche la soledad había arrastrado consigo todas las esperanzas y las había acumulado en un punto oscuro del horizonte. Me demoré un instante que pareció durar toda una eternidad hasta que reuní en mi alma los sueños de toda la ciudad. ¿Y todo para qué?, recuerdo que pensé, si nunca más va a amanecer… Dejé caer en el alma del río cuatro palabras escogidas con cuidado y el alma del río sonrió, luego el río siguió su curso y aquellas palabras se fueron haciendo pequeñas, se disolvieron en él, y todo formó parte del espacio del mundo y de su transformación eterna. Regresé a mí, despacio, con la tranquilidad que da el haber perdido todo, y recorrí el camino de vuelta a casa una vez más, sabiendo que, a pesar de todo el sufrimiento no había aprendido nada. Y el regreso fue triste, como cualquier regreso, y sentí que había muerto o me había convertido en piedra, o simplemente que todo ese viaje me había transformado un poco más en esa tierra que pisaban mis pies. Eterna tierra que un día se llevará algún viento y se transformará en polvo de estrellas.

No hay comentarios: