martes, 15 de septiembre de 2009

Todo el silencio

Todo el dolor del mundo encerrado en unas cuantas palabras. Cuánto silencio hace falta para escribir una sola de ellas y conseguir que suene como algo verdadero. Escribir no es sencillo, se necesita haber sobrevivido a un largo viaje: un viaje a los infiernos de la vida, a sus cielos y muertes, a sus soledades, destierros y pérdidas. Pérdidas que nunca se podrán recuperar. Incomprensibles, absurdas pérdidas que dejan agujeros negros en el alma. Espacios de oscuridad que se tragan cualquier intento de alegría. También es necesario haber atravesado el triste escenario de la derrota. Derrotas en los campos de fuego del amor, en los cielos dichosos de una lucha por esa libertad que hiciste para ti, a tu manera, como el que se hace una casa de ensueño a su medida. Tempestades y luchas… Todo para saber que la única respuesta es que no existen respuestas, que no existen preguntas, que no hay nada especial que hacer más que escribir, porque en eso se basa ahora tu vida. Lo que eres, lo que has sido, y lo que te hará seguir siendo si ese dolor del mundo no acaba un día contigo. Y sin embargo, nada de eso importa ya. De pronto, un día te despiertas, comprendes que vives sólo para escribir, creces para escribir, sufres para escribir, y todo para recibir únicamente a cambio un espacio vacío de silencio. Todo el silencio del mundo en unas cuantas palabras que no consiguen decir nada. ¿Porqué escribir? Respuesta: uno también se puede enamorar de ese silencio.

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