sábado, 3 de enero de 2009

Principio y fin

De la nada al vacío: me levanté deprisa, y sin mirar atrás, atravesé aquel páramo en cuanto apareció en el cielo el primer color del nuevo amanecer. Durante la noche seis lobos habían devorado a un caballo, que ahora yacía sobre su grupa, con las patas grotescamente estiradas y asomando los huesos del costillar por la barriga. Los lobos habían despedazado a dentelladas medio animal, el resto permanecía intacto, como algo ajeno a aquella carnicería. El suelo estaba cubierto de nieve y en la nieve resaltaba la enorme mancha de color rojo de la sangre. Aquí y allá, se veían aún algunos restos carne. Era temprano, pero la bruma había desaparecido con la llegada de las primeras luces del amanecer. Dejé atrás aquel lugar y me enfrenté al vacío imposible de mi vida, de nuevo, un día más. ¿Llegaría al principio o al fin de aquel vacío? Mientras me alejaba podía notar la mirada de espanto de ese caballo. Mientras tanto, la nada ocupaba todo el espacio haciendo que el aire resultara algo espeso, consistente, como un líquido imposible de respirar.

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