lunes, 12 de enero de 2009

Y aprender a volar

Ella, muy despacio, alargando la tarde entre copas y vinos, me contó su pasado y su historia y luego me dijo: “escríbeme algo”. Esto es lo que he escrito:
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Cuando la casa ya no es ni una cueva aceptable donde pernoctar, y el espíritu no aísla del frío, y la noche comienza y termina en una río de hielo y de soledad. Cuando los ojos se vuelven dos cristales rotos, y el dolor agoniza a deshoras, y el tiempo y la vida se hacen esperar. Cuando no hay solución, ni pecado. Ni bebida, pastillas o encuentros. Entonces, amiga, ha llegado el momento indicado de dar forma a esos sueños sin tiempo y empezar el camino que lleva de vuelta al lugar donde habita todo corazón. Y sacar esa vieja maleta, olvidada y cubierta de heridas, que desea marcharse y aprender a volar.

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