jueves, 15 de enero de 2009

Se desnudó la luna

Era ya tarde. Sobre la arena alguien doblaba la esterilla del cielo, y quedamos sólo nosotros dos junto a un par de estrellas que parecían esperar algo del firmamento. Tú eras tan joven que aún no tenías ni siquiera un pasado, y yo había embarrancado en aquel bar en ruinas, junto al mar.
Hablamos de lugares remotos perdidos en la selva, de gentes, de viajes. Te conté que quería hacer de mi vida una novela -yo tenía entonces diecisiete años y nunca había leído una novela-. Tú querías ser la mejor bailarina de ballet. Y pasaron las horas y subió la marea, y bajo esas estrellas, entre olas y arena, se desnudó la luna y se bañó con nosotros en el mar. Nos quisimos durante toda aquella noche, de un modo perfecto, exagerado, especial, como sólo se puede querer a esa edad.
De pronto, esta noche, ya ves, en mitad de una luna de invierno, un golpe de mar me ha traído a los labios un recuerdo de ti. El sabor de la sal en tu cuerpo, el capazo de mimbre, tu melena, tus chanclas, tus gestos, el olor de las algas y esa forma como te despertabas, diferente y eterna, a cámara lenta, junto a un fuego atizado de brasas y sueños que nos daba calor.

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