martes, 13 de enero de 2009

¡Viejo de mierda!

Aquel día se había levantado antes de amanecer, y sin tomar siquiera su taza de café, había cogido el bastón, había bajado la escalera, y había salido del portal. Aún era muy temprano -no sabía la hora porque había olvidado su reloj en la mesilla-. Tomó un autobús y después otro. Al cruzar una calle un coche le asustó. El conductor gritó: “¡viejo de mierda, cruza por el paso de cebra! Más tarde paró un taxi y llegó a una estación. Sacó un billete, se subió en el primer tren que encontró, y una vez dentro del vagón durmió profundamente.
Se despertó cuando llegaron a Lisboa. Era de noche. No recordaba nada. No conocía la ciudad. Se limitó a pasear por las calles desconocidas hasta que, hambriento y agotado, se quedó dormido en un banco.
Ahora se ha despertado. El cielo tiene un color rojo escarlata. ¡Qué hermoso! -murmura, entusiasmado-, pero al instante nota que tiene mucho frío. No sabe si amanece o si se pone el sol. Soy bobo –dice, y baja la cabeza-. De pronto, ya no quiere mirar al cielo. Una angustia profunda se apodera de él. Se encuentra en un paseo junto al mar. No sabe donde está. Mira a su alrededor, no se ve a nadie.

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