jueves, 22 de enero de 2009

Todo regresa

Todo regresa si eres capaz de esperar lo suficiente, pensaba en lo más profundo de su corazón el profesor Lassere. Y mientras lo pensaba dedicó su vida a aprender a pensar, a sentir y a vivir con toda el alma.
Pasaron los años y nada especial pareció suceder en su vida, pero, sin que él se diera cuenta, de un modo abrumador, el tiempo iba cambiando las cosas a su alrededor, y ella no regresaba.
¿Que deseaba? Nunca lo supo. ¿Que esperó de la vida, que buscó, que quería en el fondo de su alma? ¿Qué anhelaba con todo su corazón? Nunca llegó a saberlo. Ella fue lo único real. Después de aquello, indagó en todas partes, adoró a falsos ídolos, buscó la verdad en los profetas y en muchas religiones diferentes, leyó miles de libros, estudió las verdades profundas que forjaron el pensamiento de los pueblos. En su camino conoció infinidad de maestros, pero siempre, al cabo de un tiempo, se decía a sí mismo: “esto no es lo que busco”, y se iba a otro lugar cargado con el peso de su nostalgia. Se sentía incapaz de encontrar una mínima paz para su espíritu y la angustia por el paso del tiempo hacía mella en él.
Así fue su vida y así transcurrió. Lo más que llegó a entender es lo que nunca quiso ser, pero eso tampoco era un remedio para esa gran tristeza que había anidado en su corazón. No llegó más allá. En su camino hizo mucho bien. Todos pensaban de él que era un sabio, pero él sabía que había fracasado en su búsqueda de la última verdad que diera una razón a su existencia.
Un día comprendió que ella nunca regresaría, que no era cierto aquello de que todo regresa si eres capaz de esperar lo suficiente. Un día comprendió que no siempre se cumplen los deseos, que existe un destino inexorable del que uno no puede escapar.
Hoy me ha llegado una carta. Ella me dice que un día regresó, pero el viejo profesor ya había muerto.

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