miércoles, 20 de agosto de 2008

Destino

Decidió salir de casa, era de noche. Caminó por las calles estrechas del centro sin saber dónde ir. Encontró un local que llamó su atención. Sobre la puerta había un luminoso de neón que decía: “El Destino”. Entró dentro. Era un bar. Se sentó en un taburete de la barra y pidió una cerveza. No había tenido un buen día. Sabía que aquella mujer sólo iba a traerle problemas. Miró alrededor. Unos chinos estaban sentados en una mesa del fondo. Encendió un cigarrillo. Ella había escrito su número de teléfono en la cajetilla. No la voy a llamar, pensó él, y sacó su móvil del bolsillo. Marcó. Escuchó una voz que decía: “el número al que llama está desconectado o fuera de servicio”. Alguien tocó su hombro. Se volvió y notó un golpe muy fuerte en el pecho. Oyó un par de gritos. Un chino gritaba: “¡le ha disparado! ¡Le ha disparado!”.

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