lunes, 4 de agosto de 2008

Nubes

El Sr. Osaki camina por una amplia avenida de la ciudad. Observa las nubes que llenan esta tarde el cielo. Ensimismado en su contemplación, recuerda como otra tarde igual a ésta, desde la habitación de un hospital, miraba el mismo cielo, con unas nubes parecidas, junto a su amigo.
Su amigo le decía:
-He atravesado todas las salas de espera de la desesperanza y ahora, ya ves, me siento junto a esta ventana, miro esas nubes y comprendo que ya no queda nada por hacer.
El Sr. Osaki camina más deprisa, ¿porqué le viene a la memoria, precisamente ahora, esa maldita historia? Se agita su respiración, no quiere recordar..., pero esas nubes...
Su amigo mira fijamente el cielo. Detrás de los cristales, las nubes se mueven lentamente.
El Sr. Osaki le dice sin mucha convicción:
-Desde la desesperación total se pueden alcanzar aún muchas cosas.
Ahora se ve a sí mismo. Está solo, de pie, espera junto a unos ramos de flores amarillas. Su amigo es una columna de humo blanquecino que se eleva despacio hacia el cielo. Allí, las nubes permanecen inmóviles. Esperan.
Ha empezado a llover. El Sr. Osaki decide dar por terminado su paseo. Está en el arcén de alguna carretera. ¿Cómo he llegado aquí? -piensa-, y siente una sensación extraña. Mira a su alrededor: el cielo es una inmensa nube negra. No hay un sólo lugar en el que refugiarse.

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