lunes, 4 de agosto de 2008

Todos los elementos del universo

El Sr. Osaki está en un parque, junto a un estanque. Está de pie, parado al lado de una estatua de bronce oscurecida por la lluvia y el tiempo. Observa este lugar. Cae la tarde y el sol se está poniendo. El cielo está cubierto de nubes, excepto en un punto donde se abre un claro inmenso. Allí, el Sr. Osaki observa que esa parte conserva aún el color azul intenso del sol del mediodía, pero en algunas zonas, al borde de ese centro imaginario, se vuelve ligeramente anaranjado. Luego, muy cerca de la frontera donde esperan las nubes, es de color violeta.
El Sr. Osaki decide observar de un modo más atento. Ahora comprende que todo no es simple y sencillamente de color violeta. Hay tonos grises, blancos, violetas anaranjados, naranjas azulados, violáceos rojizos, zonas con pinceladas de un ligero tinte color ceniza, perdidos toques blanquecinos, delgadas franjas de zonas grises que rozan casi el negro...
El Sr. Osaki baja la mirada y observa el agua del estanque. El agua, que antes le parecía sólo verde, ahora es azul, violeta, anaranjada. Cada mínima ondulación que produce la brisa en el agua lanza al Sr. Osaki un grito enloquecido de color. Al fondo, la silueta de unos árboles se recorta nítidamente contra el cielo. Cae la tarde, el sol rueda sobre el horizonte y el aire caliente se enfría. El paisaje parece ejecutar los pasos de una danza singular. Ahora el Sr. Osaki se siente un poco mareado. Se apoya en la estatua y mira hacia abajo con la intención de reponerse un poco, pero la luz oblicua de la puesta de sol resalta cada minúscula rugosidad de los adoquines que cubren el suelo. Ante él, diminutas briznas de hierba perdidas entre las piedras de granito intentan desesperadamente abrirse paso, papeles olvidados, restos de cigarrillos, una gota de sangre, un trozo de metralla... Sus botas están llenas de barro. Se oye ruido de aviones. A lo lejos un trueno rasga el aire. Un perro escuálido pasa corriendo. Se oyen gritos de niños, aúlla una sirena. Sobre el agua del lago camina una mujer vestida con un traje de novia, un vagabundo ciego, un hombre enajenado, una anciana sin vida tendida en medio de la calle, ruidos metálicos, tambores, una orquesta, hombres que cruzan ríos, arengas, trincheras, explosiones, hambre, dolor y muerte. El aire huele a humo. Sobre el agua flotan restos de cigarrillos, papeles olvidados, miradas de desolación, calles vacías, besos de despedida, la amante de un soldado muerto...
El Sr. Osaki piensa que ya ha tenido suficiente. Regresa a casa caminando deprisa, sin mirar nada.

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