lunes, 4 de agosto de 2008

Los muertos

El Sr. Osaki pasea por el parque. Se siente perdido esta tarde, pero cuando observa con atención comprende que todo el mundo está igual de perdido que él. La mayoría más.
Son las seis de la tarde y aprieta el calor. Bajo la sombra de unos árboles, sentados en un banco, un par de hombres conversan. Hace demasiado calor como para pensar con claridad, pero el Sr. Osaki escucha su conversación mientras que por el cielo pasan las nubes y llega la noche.
El más joven le dice al otro que hoy la ha vuelto a ver, y que, de nuevo, ha sido una conmoción para su corazón, que aún la quiere después de tanto tiempo, que sigue igual de hermosa y de distante. Dice que es la mujer más bella que ha existido sobre la tierra. Dice que es especial y tan perfecta, que hasta el agua del lago se aparta cuando pasa. Dice que la quería y que la seguirá queriendo, que eso es algo que no tiene remedio, y que ahora, después de tanto tiempo, ya le da igual, pues con los años se ha acostumbrado a vivir con esa maldición.
El otro hombre asiente. Se hace un silencio tenso. Saca del bolsillo de su camisa un paquete de cigarrillos y le ofrece uno. Dice que le comprende, que también él perdió su alma y lo mejor de su juventud por la misma mujer. Dice que por ella quemó sus naves, dejó su familia, su novia y su trabajo, y que, cuando se fue, por ella atravesó desiertos y naufragó en mares desconocidos buscando otra mujer igual sin encontrarla.
Luego, mientras enciende el cigarrillo, continúa con la voz rota por la emoción. Dice que se arruinó la vida, pero que ese es un precio muy pequeño por haber compartido un tiempo junto a ella.
Se ha puesto el sol y una ráfaga de aire devuelve al Sr. Osaki a la realidad. Mientras observa a estos hombres, piensa que son supervivientes de dos naufragios en un único mar. Piensa que, algunas veces, la soledad se convierte en algo tan sólido que forja puentes de acero que cruzan de desastre en desastre, océanos de vida y muerte. Piensa que esa mujer ha creado un vínculo entre ellos más fuerte que la sangre y que permanecerán así, eternamente unidos, en su derrota.
El Sr. Osaki, esta noche, mientras regresa a casa, cree firmemente en la fuerza de ese destino fatal que nos lleva y nos trae de un modo irracional. También cree que los muertos son los únicos que pueden escapar a ese destino, y que, sólo los muertos, como estos dos hombres, ajenos a todo y ya sin esperanza, se acercan a la permanencia y poseen el trágico equilibrio del vacío.

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