lunes, 4 de agosto de 2008

Libros


El Sr. Osaki está sentado en la cama. Contempla un paquete. Lo ha recibido hace un rato. El Sr. Osaki demora el momento de abrirlo. No conoce a nadie en este país y se pregunta quién puede habérselo mandado. De hecho, a estas alturas de su vida, el Sr. Osaki ya no espera que nadie se acuerde de él, por eso, cuando ha recibido este paquete, sucede que ha sentido una mezcla extraña de emociones: alegría, melancolía, tristeza… Una especie de conmoción interna que se ha concretado en un sentimiento de gratitud que le desborda.
El Sr. Osaki abre despacio, con mucho cuidado, este paquete. Despliega el papel sobre la mesa y se le ilumina la cara de felicidad cuando reconoce por fin el contenido. ¡Son libros! Hermosos libros. Libros que esconden dentro misterios fascinantes y amistad.
El Sr. Osaki, toma uno de los libros y lo guarda en su bolsa con cuidado, como si fuera un objeto sagrado de cristal. Sale a la calle, busca un sitio tranquilo, se sienta, lo abre y comienza a leer. Sonríe, esta mañana se siente un hombre afortunado. El Sr. Osaki ha comprendido que nadie está realmente solo si tiene a otra persona que le regale un libro alguna vez.

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