martes, 26 de agosto de 2008

La señora Remedios

Aquella noche nadie se despertó en la casa de Remedios. Sus cuatro hijos murieron y ella pasó cinco días en coma en aquel hospital. Al sexto despertó. Nadie sabía bien cómo decirle lo que le había pasado. Luego, muy poco a poco, se lo fueron contando.
Remedios ya nunca fue la misma. Salía de noche, hablaba sola, veía marcianos por toda la ciudad. Su marido la abandonó y ella ejerció diez años de prostituta en un burdel de un barrio marginal. Luego, una tarde, mientras tomaba un vaso de vino en el bar, de pronto recordó. Volvió a saber los nombres de la gente, reconoció sus caras, y supo que estaba casada.
Se había curado. Volvió a su vieja casa, pero no había nadie. Llamó a una amiga. Quedaron. Tomó un café con ella y su amiga le contó lo que había sucedido. “No te preocupes, esto son cosas que pasan” –le dijo cuando terminó.
Mientras su amiga hablaba, Remedios, con todo el maquillaje de sus ojos corrido por la cara, apretaba muy fuerte un pañuelo en su mano y, mirando al vacío, sonreía.

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